miércoles, 8 de febrero de 2012

Tuxpan, cachito de paraíso...





Gabriela Cano Román


De crepúsculos del color del arcoíris, de cielos oscuros llenitos de estrellas y de soles que te abrazan fuerte todo el día, así es la Laguna de Tuxpan, Gro., a 15 minutos de Iguala.

Tan cerca y tan lejos, aún guarda secretos para la mayoría que por las tardes llegamos a sus orillas. De prisa y no, solo atinamos a ver, como dice Joaquín Sabina, como el sol se mete a las siete en la cuna a roncar.

Después de la orilla hacía adentro, poco a poco se van perdiendo los ruidos de ella y sus aguas tranquilas invitan a volar.

Los sonidos opacan al ruido lejano y el concierto de aves abre otro telón. La pequeña reserva natural que se encuentra a 20 minutos remando desde la orilla, es el refugio y hogar de cientos de aves silvestres que viven aquí, aves que jamás había visto ni imaginado, parvadas de patos negros que con sus graznidos al vuelo delatan nuestra presencia.

Pantano rodeado de huizaches llenos de espinas, sirven de barrera a los árboles y hierba donde anidan y también para los curiosos que atraídos por el paisaje espectacular, siempre queremos ir más allá; el vuelo inesperado de muchas aves que salieron no se de donde, pues nunca las vi, nos recuerdan que somos intrusos ahí. No importa el mínimo de movimiento de la lancha, ellas saben que estás ahí. Otras, más acostumbradas al humano con el que convive en la orilla, posan para uno, mostrando que bonitas son.

Martín Pescador, Garzas de pico naranja, de pico negro, de plumaje azul intenso tornasol, garcetas, patos negros y blancos entre tantas otras especies que desconozco su nombre, viven allí.

Nadan y pescan tranquilas aún la mayor parte del tiempo, al atardecer se reúnen todas aves, las garzas blancas que durante el día se van hasta el Río Balsas, regresan en perfecta formación, los patos negros a esa hora es escándalo el que hacen al reencontrarse todos mientras las garzas, calladas y con pasos discretos alzan sus alas al árbol donde todas las noches se acunan.

Más que ha 20 minutos de la orilla, esta distancia, hace la diferencia para que este cachito de paraíso silvestre aún exista a pesar de todo, a pesar de las lanchas de motor donde muchos vuelan a grandes velocidades y con un ruido espantoso sin importarles la vida que se guarda allí, de ahí la situación en que se encuentra este ecosistema frágil que día a día se contamina más por el plástico de la basura que todos visitantes dejan, por el detergente y químicos de quienes todos los días lavan en sus aguas; a pesa de todo ello, aún existe, lleno de vida, de belleza rara que no vemos todos los días.

De regreso a la orilla, la luz es poca y veo a la luna, centinela que nos vigila y me hace recordar otra vez a Joaquín Sabina… “Peor para el Sol que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar, Mientras un servidor le levanta la falda a la Luna…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comente como Anonimo para dejarnos su opinion Gracias