miércoles, 7 de septiembre de 2011

La educación como esperanza, la esperanza como educación




Eduardo Chávez Romero

Desde Diciembre de 2006, cuando Felipe Calderón inició la guerra contra el Narco, y hasta agosto de 2011, la cifra de muertos ha llegado a las 40 mil personas, incluyendo a civiles inocentes. Las cifras continúan en aumento, el discurso faraónico de Calderón no cede, no revira, sigue de frente como caballo de carreras (o burro desbocado al desfiladero).

El panorama es desalentador, obscuro, de muerte; pero aún así, seguimos creyendo. Creemos en la familia, en el amor, en la vida, en la educación. La “democratización” de la desvergüenza que se ha adueñado del país, la falta de respeto a la cosa pública, la impunidad, la corrupción, la muerte, se ha profundizado y generalizado tanto que la nación ha empezado a ponerse de pié, a protestar en las redes sociales y en la calle. El pueblo clama contra la desfachatez, la sinrazón. Hay una esperanza, no importa que no siempre sea audaz, en las plazas, en las escuelas, en las familias en cada uno de nosotros. Es como si la mayoría de los mexicanos tuviera esa incontenible indigestión ante la desvergüenza y quisiera vomitar.

De forma dialéctica la esperanza tiene su antónimo, y es la desesperanza, que empezó siendo esperanza pero perdió su dirección por falta de educación, se convirtió en distorsión, se inmovilizó en el fatalismo de su existencia.

No soy esperanzado por terquedad, sino por cuestión ontológica, por imperativo histórico y existencial. Pero asimismo, pensar que con la esperanza cambiaremos el mundo es un buen/mal inicio de caer en la desesperanza, sonreír sin saber llorar y aprender de la adversidad es el peor menjiurge que la charlatanería de la autoayuda puede proporcionar, no confundir la esperanza con la autoayuda, la primera es una puesta filosófica, reflexionada, ontológica e histórica; la segunda es una puesta a la locuacidad. Sin un gramo de esperanza las noches son obscuras, las madrugadas desoladoras, los ocasos eternos; de ahí que la educación como esperanza se deba realizar en toda relación pedagógica y educativa, no podemos dejar que se desvíe hacia la desesperanza, desesperación e inoperancia.

Una de las misiones de los educadores, pedagogos, padres y madres de familia es leer el contexto a partir de lo político-social-económico y cultural, y descubrir las posibilidades (entendiendo los obstáculos) para poder actuar, es decir, se debe fomentar la esperanza con acción. Es propio de lo humano tener rabia y amor, indignación y humildad, inoperancia y soledad, tarea pedagógica será educarnos en la esperanza, ante la sinrazón fascista y bélica, procuremos enseñar y aprender esperanza en la educación.

http://www.youtube.com/watch?v=yb2kzL0oN-w&feature=youtu.be

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