miércoles, 19 de octubre de 2011

La llegada de las reliquias de Juan Pablo II







Bertha Zamora


Son las 2 de la tarde, la ciudad luce distinta. Calles céntricas se ven adornadas con papel picado en tonos amarillos y blancos, gente atiborrada en algunas esquinas esperan. Policías activos están por doquier.


Nunca antes la espera había sido tan paciente, pues después de una hora y media de atraso, por fin se puede ver a lo lejos la camioneta blanca con el logotipo del Vaticano, señal que las reliquias del beato ya están en suelo igualteco.

La mercadotecnia está presente, varios jóvenes ofrecen imágenes del beato en tan solo diez pesos. Una ganga.

Comienzan los canticos. La voz de un sacerdote se escucha por el altavoz, “se ve, se siente, que las reliquias están presentes”. La entrada del Cici se convierte ahora en un lugar importante y privilegiado para los primeros ojos que verán la figura de cera de Juan Pablo II cubierta por un grueso cristal y custodiada por policías federales.

Los segundos corren, la histeria masiva también, gritos, aplausos y llanto es lo que se puede ver y escuchar.

La adrenalina religiosa hace que una señora obstruya mi paso y mi trabajo, escucho de su parte palabras altisonantes, al instante recuerdo aquella frase de Arjona que dice: “De mi barrio la mas religiosa era doña Carlota, hablaba de amor al prójimo y me ponchó cien pelotas…”

¡Por fin!, la caravana comienza a avanzar, en primer lugar vemos al obispo Alejo Zavala Castro con una sotana color fiusha, acompañado de dos sacerdotes vestidos de blanco, pero todas las miradas están fijas en el auto que viene atrás.

El murmullo sigue, gritos dando indicaciones a los fieles presentes sobresalen. Es el paso de la figura de Juan Pablo II, sólo instantes duró el momento esperado por todos… fue como un suspiro.

Alma Castrejón y Angelita Mancilla están contentas. La primera me dice que vino a pedir por su hijo enfermo, la segunda afirma, “valió la pena esperar, estamos aquí desde las 9 de la mañana, pero tengo regocijo en mi alma y mucha alegría, le pedí a Juan Pablo II por la paz”.

Un joven pregunta dónde está la catedral y cómo llegar. Los demás regresan por donde vinieron.

El sol está a todo lo que da, y la fe igualteca también.

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